¿Cuántas veces se regresa al hogar?
No hablamos de la cotidianeidad diaria, sino de quienes emprenden un éxodo desde una
tierra que les ha sido propia -sea por las razones que sea- y a la que se regresa como si uno
fuese un ave migratoria, con los ciclos marcados para idas y vueltas, o como ciertas especies
que emprenden viajes finales, como el mito de los elefantes que van a morir a ciertos
cementerios de su especie.
¿Cuántas veces regresa un artista a su patria? ¿Y cuál es la patria de tal artista, si nació en
Alemania, pasó su infancia en Punta Arenas, vivió su primera adultez en Argentina y México,
regresó a Chile, se fue a Escandinavia y murió en Noruega? Y si muere, sin vivir la vejez en
el terruño, pero pide sus cenizas sean esparcidas acá, podemos pensar que ese regreso
simbólico marca la patria del corazón ¿ o es un gesto final para evitar el olvido?.
Este es el tipo de complejidades que entrega alguien como José Bohr, el más internacional
de los artistas formados y creados por las tierras magallánicas, en quien se combinaban por
igual ingenio, oportunismo, talento y sentido del espectáculo, además de una versatilidad
encomiable.
Se le recuerda, sobre todo, por su labor pionera en la cinematografía nacional, pero también
fue un importante compositor -y también cantante-, además de actor, escritor productor y
director. Lo más cercano al hombre renacentista que podríamos imaginar en el siglo 20.
Bohr fue un hombre que se hizo a sí mismo. No había otra manera, si sus filmaciones son las
primeras que se registran en la región, en conjunto con su amigo Antonio Radonich. Cortos
argumentales y documentales en 1919. Una compañía creada para ello. Pero la inquietud
interna puede más y en 1921 parte hacia Buenos aires, donde se dedicará a la música,
componiendo canciones que grabarán grandes artistas, incluyendo a Carlos Gardel.
De ahí deriva a Estados Unidos, donde tras pasar por los teatros, incursiona a en la
actuación para cine, y así protagoniza “Sombras de gloria” (1929), que era la versión filmada
en castellano de Blaze o’ glory. Con las películas habladas y por unos pocos años, Hollywood
decidió que era una buena idea filmar dos versiones de la misma cinta usando los mismos
decorados y equipos técnicos, pero reemplazando el equipo humano: normalmente, el
equipo en español filmaba en la noche lo que el equipo en inglés filmaba en el día. “Sombras
de gloria” fue la primera en hacerse de esta manera.
Bohr filma más películas, también en inglés, como Rogue of Rio Grande (1930) que
coprotagoniza con Myrna Loy. una de las grandes estrellas de esos años, donde es un ladrón
mexicano al estilo Robin Hood.
¿Podría haberse vuelto Bohr también una superestrella latina? Nunca lo sabremos, porque
en 1932 se va a México, donde su experiencia en Hollywood lo lleva a ser director de
largometrajes y a tener un control completo de las obras en las que participaba, pues
normalmente también era productor guionista, compositor, editor y actor de sus trabajos. Hizo
desde comedias de acción como “Luponini de Chicago” o “Por mis pistolas” a melodramas
como “Sueño de amor”, donde haría actuar a Claudio Arrau como Franz Liszt.
Así vuelve a Chile en la década del ‘40, donde será un pilar fundamental de Chilefilms y
donde dirigirá más de 16 películas, entre ellas las recordadas “Uno que ha sido marino” y “El
gran circo Chamorro” -el gran clásico del cine chileno pre 1960-, que aún siguen siendo
exhibidas por la televisión en las fiestas patrias. Las películas de Bohr exploran de forma
totalmente intencionada la chilenidad desde varias perspectivas, desde la picardía de las ya
mencionadas a cierta idea de épica colonizadora en “Si mis campos hablaran” o un retrato
algo ingenuo de la geografía humana chilena en “Sonrisas de Chile”.
Y aún si esta fama no existiera, igual lo recordaríamos por ser el autor de la canción “Punta
Arenas”, verdadero himno de la ciudad.
Pero en Bohr se mezclan verdad y mito. La principal fuente de información sobre su vida son
sus autobiografías, cuyo tono grandilocuente crea dudas razonables, y que a veces entrega
datos que al buscar comprobarse chocan con la realidad, como el supuesto Oscar simbólico
otorgado en 1980 por su trabajo en Sombras de gloria, “que hubiera ganado mejor película
extranjera de haber existido la categoría”...pero en esa película fue actor, no director o
productor, que son quienes obtienen la estatuilla en esos casos. Y al buscarse en el listado
de recipientes de premios honoríficos de la Academia de Artes cinematográficas, su nombre
no aparece. Bohr se transforma en un narrador no confiable...pero esto mismo lo hace un
personaje más interesante y acorde a lo que fue su vida, una serie de apuestas casi al borde
del todo o nada, pero aseguradas por un talento natural.
“Cenizas de un largo viaje”, como obra basada en la vida de Bohr, plantea un regreso a su
figura, una forma de volver a revivir al personaje y de observarlo en todas sus dimensiones.
La propuesta de Mauricio Güichapani como dramaturgo, de Mauricio Bahamonde como
director y sobre todo de Juan Aro como actor, de encarnar de forma total al personaje, añade
una capa más a un juego ilusorio que además era la cotidianeidad del mismo Bohr.
El regreso de Bohr es una ilusión, pero el negocio de Bohr eran las ilusiones, por lo que el
juego de espejos que esto crea es la manera perfecta de acercarse a una figura compleja,
que pareciera querer eludir la rigidez del homenaje y permanecer en un estado etéreo, en un
limbo abierto a más lecturas y múltiples retornos.
Nos vemos este 3 de septiembre a las 20 hrs en el Teatro Municipal de Punta Arenas.
Adivinen como se llama.