Amediados de los ochenta, un grupo de esposas de políticos gringos formó un grupo de presión para censurar la música de moda en aquel entonces. Su gran logro fue la creación de un sello de advertencia en las portadas de los discos: el clásico logo blanco y negro que dice “explicit lyrics”. Diseñado originalmente para alertar a los padres, el sticker se volvió una medalla de honor entre los raperos y hasta el día de hoy existe como un recordatorio de lo estúpida que es la censura.
Acá en Chile, la censura también acaba funcionando como promo. A los metaleros les dolió en el alma cuando la iglesia católica bloqueó la visita de Iron Maiden en 1992, pero dime que la mística del grupo no se vio fortalecida a la larga. De hecho, la paranoia antisatanista que alimentaron los medios de comunicación les terminó explotando en la cara cinco años después cuando un satánico de verdad, Marilyn Manson, llegó al #1 de las radios juveniles que se atrevieron a programarlo.
Tengo el recuerdo de lo emocionante que era escuchar a Manson sabiendo que era algo prohibido. Más o menos en la misma época, la censura a “Viaje sin rumbo” de Tiro de Gracia hizo que se volviera el single de rap más apetecido por todos los escolares de la época y que también fuera #1 en las radios donde no estaba banneada. Cabe recordar que ese fue un veto clasista, motivado por la forma de hablar del grupo (cruda, directa) y no por su mensaje (abiertamente antidroga).
Saco todos estos recuerdos a colación porque, con toda la polémica en torno a Peso Pluma, siento que viajé en el tiempo. ¿En qué año estoy? Por ahí igual siento el eco dosmilero de la primera vez que vino Daddy Yankee al Festival de Viña. Ahora lo recordamos por la presentación de Sergio Lagos y por la entrada majestuosa de DY, pero no olvidemos que ese show también estuvo envuelto de controversia y de voces advirtiendo sobre la decadencia moral del país.
No sé qué década es con tanta involución cultural, pero tengo claro que en este momento estamos haciéndole una tremenda campaña de marketing a Peso Pluma. El algoritmo, que premia cualquier contenido que genere valoraciones opuestas, hará lo suyo durante estos días, volviéndolo un nombre familiar incluso para los desenchufados que vivían bajo una piedra y no lo cachaban (como los columnistas de opinión, las autoridades municipales y los directivos de la tele, por lo visto).
A todo esto, ubicar a Peso Pluma es el equivalente en cultura general de saber cuál es el precio del pan, pero nuestra élite intelectual y política no cumple ni con lo mínimo y lo vienen recién conociendo. Es desde esa desconexión con lo popular que usan los medios de comunicación masiva para amplificar sus opiniones, ocupan cargos en los que inciden en el destino de los habitantes del territorio y se sientan a tomar decisiones sobre la programación de un canal de televisión abierta y estatal.
Alberto Mayol, el autor de la columna sobre Peso Pluma y el narco, no es más que la voz de un establishment abrumado por el peso de su propia ineptitud. Se trata de un sociólogo y académico de renombre en el mundo adulto, y sobre todo en Cuicolandia, la tierra de fantasías desde la que proviene nuestra clase dominante. Su palabra tiene peso entre los empresarios y sus lacayos, la prensa y los políticos, quienes lo consultan en su búsqueda de herramientas para interpretar la realidad.
Cuando Mayol habla, escucho la doble moral del grupúsculo al que representa: ese piño que se cree administrador de nuestras conciencias. Los mismos que se escandalizaban por Maiden, Manson, los Tiro y DY acusándolos de pervertir a las nuevas generaciones de chilenos con su música degenerada. En todos estos años, no han cambiado ni un poco. Siempre que ven amenazado su dominio cultural por un artista o movimiento, lo acusan de indecencia para luego buscar su prohibición.
Por cierto, Peso Pluma no es para nada un enemigo de los valores que la sociedad bienpensante y su vocero Mayol defienden. Es más bien al revés: la música del mexicano exacerba todo lo que promueve el modelo chileno. Sus letras corte narco son pura lógica del capital aplicada a la realidad. Full propiedad privada, consumo de bienes, libre mercado, búsqueda de riqueza, competencia, individualismo, etcétera. Si eso le han enseñado a los jóvenes, ¿de qué se sorprenden ahora?
Los jóvenes no confían en el modelo que tiene a sus viejos con los bolsillos vacíos, pero quieren riqueza porque saben que la plata es todo en un país donde tenerla significa ser intocable. Si la cultura del joseo, llevada al extremo por Peso Pluma y su rollo de soldado de un cartel, les parece atractiva es porque prefieren arriesgar la vida por lucas antes que repetir la pesadilla económica de sus padres y abuelos. Los líderes intelectuales y políticos de Chile deberían quemarse las neuronas pensando en eso en vez de andar armando polémicas festivaleras.
Fuente: La Cuarta.