Construído en una roca en la boca oriental del Estrecho de Magallanes, Faro
“Islotes Evangelistas” cumple 128 años guiando a los navegantes, superando las
condiciones meteorológicas extremas, con rachas de vientos de hasta 300
kilómetros por hora y tormentas que parecen permanentes.
El 18 de septiembre de 1896, encendía su fanal uno de los faros más aislados y
complejos existentes en el mundo, parte de una historia mayor llena de capítulos
de sacrificios que aún se continúan escribiendo, llamando iluminando con su luz a
los navegantes que ingresan o salen de una de las rutas marítimas más
importantes del mundo.
El Faro “Islotes Evangelistas”, o “La Roca” como le llaman los fareros, es fiel
reflejo del triunfo de la voluntad y la audacia de los hombres, quienes superando
inhóspitas condiciones han escrito una historia que cruza ya tres siglos, y sigue
iluminando a navegantes y protegiendo a aquellos que surcan las complejas
aguas oceánicas de las latitudes australes, en donde diferentes tecnologías han
sido implementadas a través de los años, manteniéndose en aquellas gruesas
murallas miles de historias de dotaciones que han servido en su interior, primero
llegando en chalupas balleneras, posteriormente botes zodiac y hoy en día por
medios aeronavales, en períodos de aislamiento que consideran entre 4 a 5
meses.
Las condiciones meteorológicas en aquel peñón son extremas, registrando un
promedio anual de precipitaciones de 2.000 a 3.000 milímetros, vientos sobre los
120 kilómetros por hora con rachas que han registrado los 300, temperaturas a
veces inferior a los -15 grados Celsius y temporales con olas que superan los 20
metros de altura. Bajo este escenario, opera sin descanso ni receso y es
mantenido por cuatro fareros casi en total soledad, siendo el valioso registro
meteorológico reconocido por la Organización Meteorológica Mundial, siendo una
de las estaciones de registro centenarias.
Los estudios de su construcción los comenzó en diciembre de 1892 el Teniente 1°
Baldomero Pacheco, quien al mando del Escampavía “Cóndor” definió el lugar
más apropiado en los Islotes Evangelistas a través de un detallado informe que el
entonces Gobernador de Magallanes, Capitán de Navío Manuel Señoret, remitió a
las autoridades nacionales junto a la recomendación de realizar la obra a la mayor
brevedad.
El hombre a cargo de concretar esta tarea fue el ingeniero escocés George Slight,
quien viajando a la zona de los islotes a bordo del vapor “Potosí” a principios de
mayo de 1894, registró en su diario lo siguiente: “nunca me hubiera imaginado ver
algo tan agreste, salvaje y desolado, como esas rocas oscuras emergiendo en
medio de las embravecidas olas. Ver estos peñones borrascosos era realmente
sobrecogedor. Con una tenue claridad en el horizonte se podía ver grandes olas
rompiendo fuertemente en la parte oeste de los islotes. Una visión que difícilmente
alguien pueda imaginar”.
Ya el 25 de mayo de 1894, los ingenieros Slight y Luis Ragosa inspeccionaron
personalmente el islote para, en abril del año siguiente, empezar a trabajar junto a
un equipo. Primero se construyó un estanque de captación de agua, se abrió un
camino en la roca y se instaló un pescante (grúa de operación manual) en el
costado del acantilado por donde se izarían los bultos y materiales, siendo
acondicionada una pequeña cueva existente para guardar material y almacenar
provisiones.
El 7 de noviembre de 1895 se izó la bandera chilena y fue colocada la primera
piedra de la torre del faro. En una piedra labrada se depositó una caja de plomo
que contenía monedas chilenas e inglesas, más un acta firmada por Slight,
Ragosa y algunos obreros. Para mayo de 1896, la torre de 13 metros estaba
terminada y lista para recibir el fanal, el cual fue instalado el 30 de agosto.
Finalmente el 18 de septiembre de 1896 se encendió el faro por primera vez,
siendo las naves “Iberia”, de la Pacific Steam Navigation Company, y “Menes”, de
la naviera alemana Kosmo, las primeras en ver su luz el 20 de septiembre de
1896.
Hoy el Faro “Islotes Evangelistas” continúa iluminando a los navegantes y sigue
siendo el lugar donde hombres y mujeres, al servicio de la Patria, dejan en claro el
compromiso de nuestro país con la ayuda a la navegación, manteniendo una
densa red de boyas, balizas y faros con el objetivo de salvaguardar la vida
humana en el mar.
Diversos especialistas en Faro, sostienen que “la Roca tiene algo que te hace
querer volver, a pesar de lo inhospito y desolado del paisaje”, afirmando muchos
de estos bravos servidores que “quién no ha estado en Evangelistas…no puede
decirse farero”.
A 128 años del inicio de aquella historia nos recuerda el incesante y silencioso
trabajo, sin descanso, que miembros de la Armada de Chile realizan en los lugares
más aislados de nuestro Territorio Nacional, contribuyendo al desarrollo nacional y
resguardando la seguridad, efectuando soberanía efectiva, ejemplo parpable de la
vocación marítima de nuestra Patria y una historia que se escribe entre viento, mar
y soledad en una roca en medio del mar.