Por María José Herrera Durán, Jefa Unidad de Género y Diversidad UCEN Región Coquimbo
Sin lugar a dudas las mujeres han colocado sobre la mesa las diversas situaciones que las aquejan, desde la desigualdad, discriminación hasta las formas de violencia más brutales. El fantasma del peligro constante es cada vez más frecuente, cotidiano y se hace una realidad palpable que no podemos relegar a hechos aislados u olvidar los actos y las víctimas; tenemos el deber de no olvidarlas.
Hoy, debemos preguntarnos qué tipo de sociedad estamos construyendo; y en este ejercicio reflexivo poder visualizar la historia, aquella que da cuenta de cómo las mujeres han sido relegadas a espacios y tareas determinadas sólo por una cuestión de género, sólo por ser mujer. Estos espacios y las dinámicas de interacción han perpetuado la violencia hacia las mujeres en sus diversas formas, no reconociéndola como tal y naturalizándola por medio de diversas prácticas culturales.
Se escucha constantemente sobre equidad de género, y hoy cuando se habla, se lee o se escribe de ello, en mi opinión, debemos tener la claridad de que no existe. Las mujeres se encuentran subrepresentadas a nivel político, deben justificar sus acciones constantemente, su salario es menor, no tienen las mismas oportunidades, entre otros muchos ejemplos. Y esto, sólo da cuenta de que debemos seguir trabajando y evidencia las tareas pendientes que nos quedan como sociedad.
La Invitación queda abierta para seguir transformando la realidad a una donde todas y todos tengan las mismas oportunidades, derechos, libertad y justicia. Y en este camino las instituciones de educación superior y con ello sus comunidades educativas, tienen el deber y compromiso de seguir haciendo todos los esfuerzos para generar espacios libres de violencia y discriminación arbitraria.